Para mostrar en los siglos venideros su gracia en su bondad en Cristo Jesús. Ef. 2.7
1- Ef. 2.4-5
2- Flp. 2.6-7
3- 1 P. 1.10-12
4- Col. 1.13
5- Ap. 3.5
C- Ro. 5.11
Maravilloso es el gran amor
que Cristo el Salvador
derramó en mí;
siendo rebelde y pecador,
yo de su muerte causa fui.
¡Grande, sublime, inmensurable amor!
Por mí murió el Salvador.
¡Oh, maravilla de su amor,
por mí murió el Salvador!
Él su celeste hogar abandonó,
dejando posición, gloria y honor;
de todo ello se despojó
por rescatar al pecador.
Misericordia inmensa él mostró;
su gran amor me alcanzó.
¡Grande misterio! Dios el inmortal
muriendo en la cruz entregó su ser;
ni mente humana ni angelical
jamás lo puede comprender.
Inexplicable es el infinito amor
que demostró mi Salvador.
En vil prisión mi alma padeció,
atada en pecado y oscuridad;
pronto en mi celda resplandeció
la clara luz de su verdad.
Cristo las férreas cadenas destruyó,
quedé ya libre ¡Gloria a Dios!
Hoy ya no temo la condenación,
Jesús es mi Señor y yo suyo soy.
Vivo en él que es mi salvación,
vestido en su justicia voy.
Libre acceso al Padre gozo ya
y entrada al trono celestial.
LETRA: Charles Wesley, 1738, trad. Esteban Sywulka B.
MÚSICA: Atrib. a Thomas Campbell, 1825, alt.