Como obrero que no tiene de qué avergonzarse. 2 Ti. 2.15
1- Pr. 30.9
2- 2 Ti. 1.12
3- Ro. 1.16
4- Lc. 12.8
Jesús, mi Salvador,
¿será posible
que se avergüence
algún mortal de ti?
¿Y que olvidando
tus sublimes hechos,
niegue lo que tú
has sido para sí?
¿Avergonzarme
del querido amigo,
mi apoyo, mi esperanza,
mi sostén?
¡No! Mi vergüenza es
que, aunque lo amo tanto,
no lo amo siempre
como al Sumo Bien.
¿Avergonzarme de Jesús?
¡Sí! Cuando
no tenga culpa alguna que lavar,
ni bienes que pedir,
ni miedo oculto,
ni lágrimas,
ni un alma que salvar.
Hasta aquel día
he de confesarte,
para salvarme
espero sólo en ti;
y mi placer será
que Jesucristo
no se avergüence,
no, jamás de mí. Amén.
LETRA: J. Grigg, trad. J. Mora
MÚSICA: Frederick C. Atkinson