Cuando tu madre envejeciere, no la menosprecies. Pr. 23.22
1- 2 Ti. 1.5
2- Is. 66.13
3- Jn. 19.26-27
C- 1 P. 3.7
Oh, dulce madre mía,
por ti bendigo al cielo,
pues es por tu desvelo
que vida tengo yo.
A Dios mis alabanzas,
pues me brindó el Eterno
en ti un cariño tierno,
cuidado y dirección.
Oh, mi Señor y Dios de amor,
concede a cada madre
tu gracia y bendición.
De todos los amores
que el mundo nos ofrece,
el tuyo se parece
al gran amor de Dios:
es noble, madre mía,
sufrido y abnegado,
es desinteresado
y sin comparación.
Si todo don perfecto
desciende de Dios Padre,
tener aquí una madre
es un precioso don.
Por eso a Jesucristo
adoro, madre mía,
y ruego cada día
te dé su bendición.
LETRA: Baltazar González M.